Crítica de ‘Mi soledad tiene alas’, el debut de Mario Casas como director

Crítica Mi soledad tiene alas

Mi soledad tiene alas es la primera película que Mario Casas firma como director. El reconocido actor se estrena en el mundo de la dirección con esta ópera prima, en la que ha contado con su hermano Óscar Casas como protagonista. Lo cierto es que con solo mencionar los nombres de director y protagonista, parece que la película se vende sola. Ha sido mucha la curiosidad que ha suscitado ver a estos dos reconocidos hermanos trabajando juntos en diferentes roles. Sigue leyendo nuestra crítica de Mi soledad tiene alas para saber más.

Más allá de esto, que no pasa desapercibido y que será el motivo por el que mucha gente vaya al cine a ver la película, hay que decir que Mi soledad tiene alas es una ópera prima bastante lograda. Esto se debe, sobre todo, a que en el filme se aprecia el largo aprendizaje que ha adquirido Mario Casas durante su experiencia como actor, y que ahora ha querido plasmar desde el otro lado de la cámara.

Un relato sobre la búsqueda de identidad

Así, la cinta cuenta una historia de extrarradio, de almas perdidas que no están dispuestas a encontrar un mejor camino, ni siquiera uno más fácil, solo a seguir viviendo y encontrarse.

Óscar Casas interpreta a Dan, un joven grafitero, que ha crecido en una familia desestructurada y que se refugia en su abuela. También se refugia en su barrio de siempre de las afueras de Barcelona, en el que ha crecido y donde todos le conocen… En este barrio es donde están sus amigos Vio y Reno, junto a los cuales forman un equipo de jóvenes algo perdidos, pero de ideas claras y fuerte carácter.

El filme comienza mostrándonos cómo los tres huyen en moto después de realizar un robo, que parece uno más de tantos. Con esta escena inicial ya se marca el tono de la historia, que podríamos definir como una especie de cine quinqui comercial de nuestra época. Evidentemente, esto último cogido con pinzas, pues hay muchos aspectos que le separan del cine quinqui más puro con mucha presencia de la huida.

El hecho de que los protagonistas estén continuamente huyendo hacia delante sin mirar atrás hace que en la película mantenga en todo momento la tensión. Y esto ayuda a que el espectador empatice con los personajes y se ponga de su lado, queriendo lo que ellos quieren, aunque no sea lo mejor.

Mi soledad tiene alas explora un Madrid oscuro

Esta huida les llevará a Madrid, ciudad que aparece retratada desde un punto de vista que sí se asemeja mucho más a la capital que mostraba el cine quinqui. La pobreza y delincuencia de las calles más céntricas de Madrid se muestran sin ningún tipo de tapujos. Aun así, en este Madrid fatídico también se deja ver alguna que otra escena que por su belleza se queda en la mente del espectador. Por ejemplo, la de la playa de Madrid Río o la de los toboganes del parque acuático abandonado.

En definitiva, Mi soledad tiene alas conecta con el espectador, le mantiene a la espera de que a los personajes —a los que coge cariño apenas comenzar el filme— les vaya bien. Se genera una sensación de angustia y frustración que no deja indiferente a nadie. Esta sensación la mantiene a lo largo de toda la película y también al salir de la sala.

Rodaje de Mi soledad tiene alas.

Sin embargo, la ópera prima de Mario Casas peca de presentarnos un guion que parece que todavía no está lo suficientemente armado. Prueba de ello son las tramas que no terminan de cerrarse, el abrupto final y la falta de alguna explicación que hubiera elevado la película a algo más. Partiendo de una historia estereotípica que hemos visto en muchas otras ficciones, existía la oportunidad de hacer algo un poco diferente, que hiciera al filme un poco más especial…

A pesar de esto, la película funciona, es fácil de ver y tiene escenas con una fotografía que se queda en el recuerdo. También hay que reconocer las maravillosas interpretaciones de Óscar Casas y Candela González. En ellas, a diferencia del cine quinqui más clásico, destacan por su profesionalidad y la buena química que se observa entre ellos. Otro punto a favor del filme es la selección de su banda sonora. Esta cuenta con canciones que encajan a la perfección con la trama y aumentan la emoción de cada escena.

Mi soledad tiene alas pone en el punto de mira lo quinqui, un género cinematográfico que parece nunca pasar de moda. Y además, lo hace destacando la figura de Mario Casas como director. Puede que aún le quede mucho por aprender, pero en esta película ha demostrado saber manejarse detrás de la cámara con mucha soltura.

Crítica rápida de Mi soledad tiene alas: ¿Por qué merece la pena verla?

  • Por su fotografía
  • Por retratar un Madrid oscuro y realista al mismo tiempo
  • Por la química y buenas interpretaciones de sus dos protagonistas

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio