Los biopics están de moda. Quizá el buen resultado que se obtuvo con Bohemian Rhapsody supuso un detonante para seguir hablando de figuras no solo que fueron clave el siglo pasado, sino que siguen teniendo relevancia a día de hoy. Incluso después de muertas. Es el caso del fundador de la conocida Scuderia Ferrari, el italiano Enzo Ferrari. Aunque su historia han decidido contarla los estadounidenses, con Michael Mann como director de Ferrari, película de la que os hablaré en esta crítica.
El nombre de Ferrari parece decirlo todo y nada a la vez. ¿Será Ferrari una película sobre la escudería? ¿Sobre su fundador? La respuesta es que es todo al mismo tiempo. Ferrari, de hecho, arranca con una carrera de coches en blanco y negro, con el mismísimo Enzo Ferrari (encarnado por Adam Driver) disfrutando de la velocidad. A continuación, un letrero nos informa que nada más acabar la Segunda Guerra Mundial, en el año 1947, Enzo Ferrari y su mujer Laura (Penélope Cruz) decidieron montar una escudería de carreras/fábrica de coches deportivos.
Diez años después, Ferrari sigue luchando por convertirse en la escudería más rápida del mundo de las carreras automovilísticas. La también italiana Maserati se llevaba ese premio. Y aunque Enzo no es solo un competidor, sino también un empresario, afirma vender coches para poder competir, no a la inversa. Y eso le trae problemas económicos.
La seguridad en el automovilismo
No son los únicos problemas que acechan al italiano. Su vida marital pasa por su peor momento tras la muerte de su hijo, Dino Ferrari, mientras el fundador de la scuderia mantiene una vida paralela de la que Laura no parece ser del todo consciente. Todo esto conforma la trama de Ferrari, que se extiende a lo largo de 130 minutos. Una película que, como puedes comprobar, habla de momentos duros, tanto para la marca como para el fundador. El resultado es un popurrí que tiene como elemento unificador lo complicado que es todo. Pero el resultado deja bastante que desear.
Si algo le tengo que conceder a Ferrari en esta crítica es que sabe que necesita utilizar un elemento que (suele ser) éxito asegurado: las carreras de coches. Hacer una película sobre el fundador de una de las escuderías más famosas del mundo de las carreras automovilísticas no tendría sentido sin las carreras. Y las aprovecha para hacer un repaso a lo que era en sus inicios el automovilismo. Un deporte duro, difícil y mortal. Sobre todo mortal. Algo que llama la atención si se compara con los grandes avances de seguridad que se han logrado en el deporte de motor.
Fuera de ese contraste con la realidad actual, el conjunto de Ferrari parece que no termina de arrancar. Salvo un par de momentos en los que el montaje da verdadera sensación de velocidad y el sonido, las carreras quedan… insulsas. Planas. Casi tanto como el resultado final.
Una película de italianos que no hablan italiano
Hay momentos duros en Ferrari. Si la has visto y solo lees esta crítica para ver por qué una aficionada al deporte de motor como yo le ha dado a Ferrari tan solo un cinco sobre diez, lo sabrás. Si no, te lo cuento yo. El hecho de que los pilotos se enfrenten a la muerte cada vez que se suben a un coche es augurio suficiente para saber que la película tiene que retratar esa crudeza. Pero no consigue el efecto deseado. No se transmite verdadero dolor al espectador, sino todo lo contrario. Las tomas escogidas para algunos momentos rozan tanto lo grotesco que no se pueden tomar en serio.
Otro de los puntos que más sacan de la película es el idioma. Entiendo que la película es de producción americana. Que la mayoría de los actores son angloparlantes. Y entiendo cuál es el público al que va destinado. Pero choca demasiado ver que Penélope Cruz habla con Adam Driver en inglés con acento italiano, mientras que Driver habla en perfecto inglés. Más aún cuando una pareja de italianos, en su intimidad, hablan en un idioma que no es el materno.
Creo que, en un mundo en el que ya hemos pasado la etapa de evitar ver las películas con subtítulos —y en la que se ha demostrado que el cine en idiomas que no sean el inglés tiene éxito—, era muy fácil intentar hacer la historia de Ferrari respetando el italiano original. En las carreras se podía mantener el inglés y el resultado habría sido mucho más envolvente de lo que ha terminado siendo.
Penélope Cruz destaca
Muy relacionado con esto está el tema de las actuaciones. Aunque Adam Driver es el protagonista indiscutible, queda en un segundo plano, con una actuación si bien correcta, nada brillante. La que destaca, por el contrario —y quizá porque al menos se ha tomado la molestia en fingir que tiene acento italiano— es Penélope Cruz. Su actuación revitaliza una película que, en muchas ocasiones, resulta monótona.
Para los amantes de las películas sobre automovilismo, Ferrari será de indispensable visionado. Pero, precisamente si has visto más películas de carreras —un ejemplo muy claro, Le Mans ’66 (Ford v. Ferrari en original)—, Ferrari acaba quedando muy lejos de los resultados del resto. En definitiva, y para concluir esta crítica, Ferrari promete ser una cita asegurada para los fans del automovilismo, pero que puede no maravillarles como otros referentes del género. Podrás verla en los cines de España a partir del próximo 9 de febrero.
Crítica rápida de Ferrari: ¿por qué ver la película?
- Por la actuación de Penélope Cruz.
- Es interesante ver cómo ha avanzado el automovilismo en materia de seguridad en las últimas décadas.
- ¿Lo malo? La película no le hace justicia a Ferrari.